La Pringue

Manuel Marlasca


‘El club de los pringaos’, un libro con el sello del mejor periodismo

Estos días se pone a la venta El club de los pringaos, el nuevo libro de Daniel Montero. Tengo el privilegio de trabajar en la redacción de Interviú junto a Daniel e incluso he firmado varios reportajes con él. Así que he tenido la posibilidad de leer algunos capítulos de su nuevo libro mientras el volumen se acababa de cocinar. La lectura me ha confirmado lo que ya sabía: Daniel Montero lleva en su ADN profesional las células de una especie en extinción, el reportero, ese profesional de la información cuya única servidumbre es la de buscar la verdad, sin hipotecas ni ataduras de ninguna clase, sin ninguna carga ideológica, solo con la obsesión de contar la realidad para brindársela a los únicos ante quien responde: sus lectores.
Hablaré algo de El club de los pringaos, aunque sin destripar el libro. Daniel presenta en estas páginas un panorama que da toda clase de motivos para la indignación de los que, por lo civil o por lo criminal, pagamos religiosamente nuestros impuestos. Daniel pone sobre en negro sobre blanco los privilegios de las grandes empresas, de la clase política –de los que ya dio debida cuenta en La casta, su primer libro–, la hipocresía de quienes dicen perseguir el dinero negro y le abrieron las puertas y le pusieron alfombra roja para financiar servicios básicos. Daniel no tiene reparos en hablar de España como un paraíso fiscal para las multinacionales o de señalar a ilustres titulares de SICAV, ese invento para que las grandes fortunas apenas tributen y entre cuyos tenedores hay hasta miembros de la familia real española… En fin, el libro es más que recomendable, aunque las conclusiones que saquemos sirvan para tratar de ser los próximos protagonistas de un Españoles por el mundo...
Decía al principio que tengo el privilegio de trabajar con Daniel Montero y no es una frase hecha. Montero es un periodista enorme, uno de esos tipos que entiende este oficio casi como un sacerdocio, en el que solo tienen cabida, además del periodismo, sus citas con el rock and roll. Dani es capaz de encontrar el dato preciso en una montaña de papeles o de analizar un balance de cuentas en lo que para el común de los mortales no es más que una ilegible ensalada de números. He visto a Dani perseverar como pocos en sus búsquedas, perseguir a sus presas, ir de despacho en despacho o llamar a cientos de teléfonos hasta que ha dado con quien buscaba. He comprobado como Daniel ha encontrado los datos registrales de una casa en el último confín del planeta o como ha seguido el rastro de una sociedad mercantil por Liechtenstein, Bahamas, Gibraltar… hasta acabar en un despacho madrileño. Me he reído cuando he visto los cuestionarios de imposibles respuestas que envía a aquellos a los que va a hacer un traje antes de publicar la información para darles la oportunidad de rebatir sus irrebatibles informaciones. Su tenacidad, sus conocimientos y su dedicación a este oficio me abruman –a mí y hasta a los profesionales dedicados a la lucha contra la delincuencia económica, que alguna vez le han pedido ayuda–, pero confieso que de cuando en cuando le observo desde mi mesa y veo en él aquellas viejas reglas y aquellos códigos que los maestros de esto me enseñaron que tenía que cumplir un reportero.
Así que, creedme. Cualquier trabajo de Daniel Montero tiene el sello de eso que, como dice Cruz Morcillo, llamaban periodismo. El club de los pringaos no es una excepción.



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